jueves, 13 de noviembre de 2008

LA MIRADA TRAS EL CONOCIMIENTO


Un conocimiento no depende de una mirada (que ni siquiera existe en algunos seres vivos), sino de que exista primordialmente aquello hacia donde va la mirada (en el ser humano, el concepto de "mirada" lleva siempre consigo "interés" -curiosidad- y, este "interés", tiene que asegurarse -únicamente por responsabilidad puesto que, luego, se informa a los demás- de que está en lo real.

Una vez de que se percata una existencia - un algo, un hecho -, ya queda evidenciada fundamentalmente con y por leyes físicas; entonces, en ese proceso de aprehensión "se distingue", a ella se le buscan sus diferencias, detalles y capacidades ya "propias"; y, aquí, no precisamente eso es el atribuirle sólo "matices" -que equivale a dejarla sentenciada individualmente o subjetivamente-, sino más bien es: el detectarle propiedades o "virtudes" o "singularidades" de acción o de condición propia, que equivale a... comprobarla, a verificarla, a reconocerla, a confirmarla con su ya condición propia, con su contraste propio, con su diferencia, en un contexto real.

Pero analicemos la mirada más o menos subjetiva:


Cuando una persona mira un cuadro, en realidad, ahí lo menos que ella hace es mirar puesto que, tan pronto como mira o incluso antes del acto de mirar (en cuanto que ella "ha ido a encontrar" un cuadro o al ambiente donde puede encontrarlo, en cuanto que el conocimiento busca realidad), ya sabe que hay allí un cuadro, ya sabe lo mínimo necesario de cómo se pinta un cuadro, ya sabe de algunos modelos o estilos de estética, ya recuerda o evoca o se “instala” en unas emociones en concreto a la primera impresión que le ofrece el cuadro, ya imagina su autor conforme a la atención que ha mostrado por aspectos de la realidad, o sea, en definitiva es evidente de que recurre a mucho de lo que sabía –al “a priori”- mientras lo está mirando; por lo que, esto, deduce sobremanera que el mirar es una contrastación o ejercicio inevitable de lo que sabemos, una utilización, una aplicación, un uso bien o mal según la proporción que pongamos de subjetividad (porque ésta depende de la voluntad, claro, siempre la subjetividad nace también del "decidir" -tú decides reconocer más y ser, así, más racional en algo o, por el contrario, dejarte llevar por prejuicios o emociones-), más eficaz o menos eficaz, del conocimiento.

Ciertamente, el ser humano ya lleva su capacidad de pensamiento antes de mirar; y el mirar puede o no ayudar al conocimiento en función del potencial mismo de esa capacidad, es decir, de esa capacidad también disponible en valoraciones de lo estrictamente probatorio o racional y de la tendenciosidad autocrítica.

Por ejemplo, un buen arquitecto sabe cuáles son los elementos imprescindibles de cualquier casa y, antes de ver alguna, sabe que los tiene, en mejor o peor calidad, pero los tiene.
En realidad, cuando mira alguna, ese mirar le ayudará a advertir ciertas mejorías o de cómo podrían ser eficazmente aplicados sus registros de conocimiento fundados, sobre todo, en leyes físicas de la arquitectura.

Cuando una persona mira a otra no mira su mirada, sino miran más bien sus conocimientos y, claro, muchos de ellos son en verdad exactos a los que los demás poseen, idénticos; por lo que no son sólo propios, individuales en el sentido de independencia, "descubiertos" o atribuibles a un imaginario punto, sino son ya generales o comunes -habituales- en un contexto real, digamos: para todos.

Cuando una persona mira a otra, que no la mira asimismo, sabe entre otras cosas que tiene que alimentarse y, de tal manera objetiva, que es indiscutible (es un organismo vivo que por el simple hecho demostrado de respirar lleva oxígeno a todas sus células y… se alimenta).
No obstante, sí, aquí cabe la contra-demostración a esta evidencia, al menos la osadía o la locura del intentar demostrar que no respira, algo que equivaldría a decir que, una persona, puede perfectamente vivir con las vías respiratorias tapadas –la piel, la boca y la nariz-, al igual que alguno también pretendiese demostrar que un coche puede funcionar sin ningún tipo de energía o que, incluso, un burro puede llegar de inmediato a la velocidad de la luz.

Eso está bien como... fantasía; ¡ah!, pero, si en este contexto eso no es así ni existe con la más mínima evidencia, pues no existe, no es real aunque -por supuesto- esté inevitablemente compuesto por elementos reales, en distorsión.

“Tal cosa no es así” dice el conocimiento -en consecuencia- trascendido a muchas opiniones, y "no es así" sencillamente porque no existe –no es real- ni siquiera con una mínima –o con la “infinita” parte de ese mínimo- prueba o pequeña evidencia o indicio razonable.

"Una sociedad no es una sola persona", eso es así; puesto que no es una verdad tan sólo por "lo posible", sino ante todo por su sobreentendido real, por su intuición "desde siempre", por su evidencia, por su lógica, por su
entendimiento... natural, o sea, por su coherencia natural.

Cuando Galileo defendió su teoría heliocéntrica, en ese momento, él contaba con que tal hecho advertido ya era posible –sí, por demostraciones- pero, además, sabía que no contravenía sino a... supersticiones, no a otras evidencias, únicamente a atavismos sociales -dirigidos o creados desde la voluntad- con el único sustento de derivarse por creencias "sagradas" o por sentimientos individuales o atendidos o elegidos o convenidos (piénsese siempre que lo subjetivo es o lo inventa o lo modela la voluntad).
En fin, por ejemplo, su teoría no podría haber defendido lo siguiente: “El Sol no es el centro del Universo, por lo tanto no existimos”.
Así, su descubrimiento tan sólo sumó otro conocimiento; que podría haber refutado algunas argumentaciones fáciles, claro está, pero no podría justificarse ni es posible racionalmente que un conocimiento -uno- pueda excluir a los demás, cuando cada cual atiende a un aspecto singular o particular e, incluso, pueden estar en contextos muy... totalmente diferentes.



Nota 1: Nuestra percepción tiene una predisposición a lo que va a encontrar; así, cuando está en el campo, sabe cuáles son las probabilidades de encontrar una cosa y no otra. Es decir, "ahí", en el campo, está más preparada para ver un árbol que para ver una ballena: está predispuesta o enseñada en percepción a sólo ser consecuente como algo primero, al margen de una voluntad más o menos consciente que se va aplicando.


Nota 2: Siempre hay que distinguir la "predisposición meramente biológica o instintiva" de la "predisposición cultural" (donde ya interviene lo social) y, estas dos, también de la "predisposición emocional" (que suma a las anteriores pero, particularmente, está sujeta ésta ya al instante, sólo al instante que un ser vivo en impresión vive: a la experiencia).

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